¿Involuntariamente siento envidia de las personas que quiero y no recibo nada a cambio?






Detalle de la pregunta


– No consigo querer a la gente desinteresadamente, por eso, cuando algunas personas a las que quiero, sin querer y sin que yo lo pueda evitar, se relacionan con otras, siento envidia, espero reciprocidad y, al no verla, sufro un dolor, una angustia y una aflicción espiritual inmensas.

– A veces, con el sufrimiento que padezco, digo que si el suicidio fuera lícito, me suicidaría. ¿Podrían ayudarme?

Respuesta

Nuestro estimado hermano/hermana,


– No consideramos acertada la afirmación de que “no consigo querer a la gente desinteresadamente”.

Porque así como no se trata de amar a todas las personas por igual, tampoco es necesario que sea eficaz de la misma manera.

Pero cuando comparas a un creyente con un incrédulo, verás que prefieres al creyente. Y eso es amor. Por ejemplo, si tienes la oportunidad de salvar a una de dos personas que se ahogan en el agua, salvarás primero al creyente. Porque eso es una exigencia de la fe, aunque sea mínima, que reside en las conciencias.

Por lo tanto, si lo consideras de esta manera comparativa, te darás cuenta de que también amas a tus hermanos creyentes por el amor de Dios.


– El amor, por su propia naturaleza, es celoso.

Sin embargo, hay una gran diferencia entre el amor que surge entre personas de distinto sexo y el amor que nace de la fe. En el primero puede haber celos, mientras que en el segundo no los hay, ni debería haberlos.

– De las siguientes palabras de Bediüzzaman:

-un amor que emana de la fe, con un alcance tan vasto que no deja lugar a los celos-

Esperamos aprender de esto:

“Uno de nuestros antiguos amigos tenía enemistad con un hombre. Ese hombre, en presencia de aquel, fue descrito con adulación como su enemigo, incluso con atributos de santidad y virtud. Aquel hombre no sintió envidia ni molestia. Luego alguien dijo:

“Tu enemigo es valiente y poderoso.”

Vimos que en aquel hombre se despertó un fuerte sentimiento de envidia y rivalidad. Le dijimos: “El poder y la autoridad son una fuerza y una elevación como el diamante de una vida eterna ilimitada. Tú no envidiaste esto en este aspecto. El poder mundano, aunque se encuentre incluso en un buey o en un monstruo, en comparación con el poder y la autoridad, es como un trozo de vidrio ordinario en comparación con un diamante”. Aquel hombre dijo:

“Hay un objetivo, un puesto al que ambos aspiramos en este mundo.”

Los escalones para llegar allí son cosas como la fuerza y el coraje. Por eso lo envidié. Las posiciones en el más allá son ilimitadas.

Aquí es mi enemigo, pero allí puede ser mi hermano sincero y amado.


(véase Lem’alar, p. 157)

– Que la persona a la que amas ame a otra persona, implica que tú también debes amar a esa otra persona. Porque todas las acciones razonables de quien amamos nos resultan agradables. Si lo amamos a él, amaremos también a quienes él ama. Si amamos a esa persona verdaderamente por Dios, entonces amaremos también a quienes él ama, ya que están unidos a él por una cadena espiritual.

“En primer lugar, como en los asuntos de la otra vida no hay envidia, rivalidad ni disputa, cualquier grupo que se involucre en disputas o competencia en la adoración, es como si estuviera actuando con hipocresía y discordia.”

(véase Hutbe-i Şamiye, p. 98)


– Si amamos a alguien por un propósito mundano,

No podemos escapar ni de las garras ni de los celos de este amor. Celamos a quien amamos por intereses mundanos, porque nos resulta desagradable que ame a otro. Porque tememos la división o el desplazamiento de esos intereses.

—Tenga por seguro que, si arraigamos en nuestro corazón los principios de la fe, especialmente nuestra fe en Dios y en la otra vida, de manera sincera y firme, buscaremos la complacencia de Dios y no cambiaremos los beneficios del paraíso por ningún beneficio terrenal.


Dirigiremos la parte más leve de nuestras emociones al mundo, y la parte más intensa al más allá.

Asimismo,

“La clave para vivir felizmente la vida terrenal reside en no gastar los intensos sentimientos dados para la vida futura en los asuntos perecederos del mundo; y así como el amor tiene dos tipos, metafórico y verdadero, también los sentimientos intensos como la avaricia, la terquedad y la ansiedad por el futuro tienen dos partes, metafórica y verdadera; las metafóricas son muy dañinas y fuente de mala moral, mientras que las verdaderas son muy beneficiosas y contribuyen a la buena moral…”


(véase Mektubat, p. 487)

) lo habremos aprendido.

No olvidemos tampoco esta recomendación de M. Akif:



“¡Confía en Dios, esfuérzate, y sométete a la sabiduría!”

Si hay un camino, es este; no conozco otra salida.


Saludos y oraciones…

El Islam a través de preguntas.

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