¿Cómo podemos liberarnos de la enfermedad de buscar la aprobación de los demás (esperar felicitaciones, aprecio y aplausos de la gente)?






Respuesta

Nuestro estimado hermano/hermana,


El favor del público,

La enfermedad de dejarse llevar por el amor, los aplausos y la admiración de los demás, desviándose del propósito de su existencia en este mundo, es la imprudencia de esperar ayuda de otro ser humano tan miserable como uno mismo. La aprobación de la gente es la invitadora de la hipocresía, el mayor obstáculo en el camino hacia la satisfacción divina.


Riya,

viene de la visión:

Querer que la gente vea las buenas acciones que uno realiza, presumir, hacer una serie de gestos artificiales para que los demás lo aprueben.

Imaginemos a los seres humanos que llegarán dentro de un siglo. Estos huéspedes del mundo, aún en la oscuridad de la nada, de quienes desconocemos su identidad, recibirán el don de la vida como una gracia divina cuando llegue el momento determinado por el destino, y pisarán la Tierra. En el vientre materno, primera parada de su viaje, recibirán nueve meses de formación y serán dotados con todo lo necesario para aprovechar al máximo las infinitas bendiciones y favores de este universo. Luego, llegarán a la Tierra en brazos de sus madres, y beberán con avidez la dulce leche de ese pecho amoroso.

Luego crecerán, serán jóvenes. Conseguirán un trabajo, se integrarán en la sociedad. Y una gran parte de ellos se dejará llevar por la multitud, olvidándose de sí mismos; ni siquiera recordarán que son siervos, que son huéspedes, que son viajeros. Además, anhelarán el amor de otras personas, alimentadas en otros vientres, tan débiles y mortales como ellos. Serán esclavos de la sociedad, antepondrán su reprobación al pecado, preferirán su aprobación a la complacencia. No pensarán en las etapas del viaje después de la tumba. Ni siquiera recordarán el mundo de la tumba, donde cada uno sufre su propio dolor en soledad, el campo de la resurrección, donde nadie podrá mirar a nadie, y el día del juicio, donde nadie podrá interceder sin el permiso de Dios…

Es entonces cuando los profetas, los sabios y los místicos se presentan ante estas multitudes que se olvidan de sí mismas y se dirigen a paso acelerado hacia el infierno del más allá, para explicarles que están en el camino equivocado e intentar guiarlos hacia la salvación.


Quien tiene el poder sobre el nacimiento, es quien nos trajo a este mundo, y quien tiene el poder sobre la muerte, es quien nos hará trascender al más allá.

¿Qué beneficio podemos obtener de entretener a los pasajeros y ganarnos su aprecio en este corto viaje por el mundo?

Nos iremos de este mundo uno tras otro, y los que dejemos atrás nos olvidarán en poco tiempo. ¡Cuántas escenas aleccionadoras veríamos si pudiéramos contemplar la historia con esta perspectiva! ¿Dónde están los que recibían aplausos hace un siglo y los que los aplaudían? ¿Dónde están esos gobernantes y los poetas que les escribían odas y les prodigaban alabanzas? ¿Dónde están esos grandes ricos y los pobres que dependían de ellos?

Dentro de un siglo, nosotros también seremos pasado, y la siguiente generación hará las mismas preguntas a la gente de su época. Y así, un día, como todo ser viviente, el mundo también probará la muerte. Después vendrá el juicio final y el día del ajuste de cuentas. En ese terrible lugar, donde uno no puede ni siquiera mirar a la cara a su ser más querido, a quién se recurrirá en busca de ayuda, si no es a Él. Por eso, hoy debemos refugiarnos en Su morada y esforzarnos por obtener Su aprobación.

Lo que pasa es que,



“Amar por Dios”

como,

“Ser amado por Dios”

Es legítimo y hermoso. Deseamos que los siervos creyentes de Dios nos amen, que sus fieles servidores nos sean favorables. Este deseo no tiene nada que ver con la hipocresía ni con la búsqueda de la aprobación de la gente.


Saludos y oraciones…

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